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Algunos tienen cinco años; unos más ya entraron en la adolescencia. Unos viven entre el carbón; otros en el Metro o en los cruceros de las grandes urbes mexicanas. Otros son usados como simples mercancías: los menores víctimas de explotación en México que suman alrededor de 3 millones, de acuerdo con cifras oficiales. De acuerdo con organismos nacionales e internacionales, este grupo vulnerable sobrevive en situaciones de peligro; labora jornadas extensas por unas cuantas monedas o por nada.

Estos niños trabajan lo mismo en los campos recolectando hortalizas que en las minas de Coahuila, como cargadores en los mercados o ambulantes. Su situación es complicada, aceptan autoridades, pues han abandonado la escuela o ellos mismos la pagan. En vez de estar jugando o disfrutando de su niñez, deben aportar dinero al gasto familiar, condición vinculada a la pobreza de millones de mexicanos, la falta de oportunidades y hasta a las creencias arraigadas en México, donde miles de personas no consideran el trabajo infantil como explotación.

Así lo dice la encuesta “Percepciones sociales sobre el Trabajo Infantil” de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en la que el 4o por ciento de las personas estuvo al favor de este tipo de actividades. Ante las promesas de cambio de las autoridades y la esperanza de crecer con mejores oportunidades, estos pequeños pasan los días en basureros, haciendo labores domésticas en casas ajenas o en las calles. Las leyes en la materia son demasiado laxas o incompletas.

El año pasado se presentó el proyecto de Ley General para la Protección Integral de los Derechos de la Niñez, pero fue rechazado por diversas ONG’s y por la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF), al considerar que no correspondía a las exigencias de las garantías fundamentales de los niños ni a la reforma constitucional en la materia.

LAS CIFRAS La Organización Internacional del Trabajo define al trabajo infantil como: “Toda actividad económica llevada a cabo por personas menores de 15 años de edad, sin importar el estatus ocupacional (trabajo asalariado, trabajo independiente, trabajo familiar no remunerado, etc.). Ello no incluye los quehaceres del hogar realizados en su propio hogar, excepto donde los quehaceres del hogar puedan ser considerados una actividad económica  –como, por ejemplo, cuando un niño dedica todo su tiempo a estos quehaceres para que sus padres puedan trabajar fuera del hogar y ello signifique privarlo de la posibilidad de ir a la escuela”.

Esta problemática se presenta en México en gran medida y de forma alarmante. La Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), con datos del Módulo de Trabajo Infantil 2011, reveló que el total de niños ocupados en 2009 ascendió a 3.2 millones, cifra que dos años después se ubicó en 3 millones. De estos menores, 39.1 por ciento no asiste a la escuela.

En este periodo, indicó la ENOE, la participación en las actividades económicas de los niños que no asistían a la escuela creció de 44.8 a 46 por ciento, siendo las actividades agropecuarias, el comercio y los servicios en las que más participan los menores, seguidos por la industria manufacturera y la construcción. En cuanto al tiempo de trabajo, los niños pueden laborar menos de 15 horas a la semana o más de 35, principalmente, aunque algunos no cuentan con horario fijo.

En este contexto, hay infantes que no reciben ingresos, éstos son prácticamente uno de cada dos ocupados, mientras los que ganan como máximo un salario mínimo son uno de cada cuatro. Para 2011, 35.7 por ciento de estos pequeños trabajadores aportaba dinero a su hogar. De acuerdo con el INEGI, las razones que tienen los niños para trabajar son en primer lugar porque en su casa se necesita de su trabajo, porque costean su educación, buscan aprender un oficio, su hogar necesita dinero o no quieren ir a la escuela. Y siete de cada 10 niños participan en actividades domésticas no remuneradas en sus propias casas, de ellos, el 9.5 por ciento no va a la escuela.

Por otra parte, para junio de 2012, expertos de la Facultad de Economía de la UNAM informaron que en los últimos 12 años México registró un aumento de 12 por ciento en la población de niños que trabajan. Tan sólo en los primeros tres meses de 2012 se tuvo reporte de tres millones 270 mil casos. Según estimaciones del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), de 2008 a la actualidad 190 mil menores de tres a cinco años se han incorporado a la economía informal, mientras que a nivel mundial 250 millones de niños trabajan.

MEXICANOS APRUEBAN TRABAJO INFANTIL

Contrario a lo que algunos pudieran pensar, los mexicanos aprueban que los niños trabajen, esto al considerar que el empleo los ayuda en su formación. La encuesta “Percepciones sociales sobre el Trabajo Infantil” de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), realizada en 2012, reveló que cuatro de cada 10 personas en México están de acuerdo con esta actividad. Dicho sondeo indicó que el 68 por ciento de los entrevistados aprueba que adolescentes de entre 14 y 17 años trabajen. El 23 por ciento acepta que lo hagan menores de 14.

Al ser cuestionados sobre esta postura, los participantes consideraron que el trabajo es formativo o que tienen la madurez y/o la capacidad física que necesitan para trabajar. Sólo 15 por ciento relacionaron el trabajo infantil con la explotación. Para Victoria Cruz, asesora técnica principal del Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil (IPEC), responsable del estudio, este tipo de respuestas reflejan las creencias de los mexicanos acerca de que el trabajo ayuda a formar a los niños.

Por otra parte, 62 por ciento de los encuestados indicaron que los niños trabajan en el comercio, como ambulantes, mensajeros, lavacoches o haciendo trabajo doméstico, principalmente. INDÍGENAS JORNALEROS  Cultivan tomate, pepino, chiles, papa, berenjena y otras hortalizas. La gran mayoría son indígenas y llegan con sus padres a Sinaloa provenientes de otros estados, son niños que trabajan largas jornadas, bajo el inclemente sol, sin una alimentación adecuada y por unos cuantos pesos al día.

Una encuesta realizada en 2010 por la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH) de Sinaloa arrojó como resultado que tres de cada 10 niños trabajan en los campos o empacadoras de hortalizas, mientras que en la mitad de dichos campos laboran jovencitos de entre 14 y 16 años. Otros datos preocupantes del análisis indicaron que 50 por ciento de los entrevistados no sabían que contaban con derechos humanos. Las pésimas condiciones en que estos niños trabajan fueron un factor importante para que decenas de ellos enfermaran el año pasado.

El 11 de agosto se reportó que tres niños jornaleros habían muerto meses antes y 30 más estaban internados en el Hospital Regional del Instituto Mexicano del Seguros Social (IMSS) por causas aparentemente virales y de desnutrición. Los infantes trabajaban en Novolato en el campo “El 17″ junto a sus padres, al parecer originarios de otras entidades. Recientemente, Bladielena Ahumada Romo, directora de Trabajo y Previsión Social de gobierno del estado, informó que en el norte de éste se habían detectado a 200 infantes recolectando hortalizas, razón por la cual se realizarían inspecciones en el sur. Lamentablemente la situación no es exclusiva de Sinaloa, en otras entidades es común ver a pequeños en los cultivos, situación documentada una y otra vez, sin que logre erradicar.

MINAS DE COAHUILA, COMO EN EL SIGLO XVIII

Están a la vista de todos y a pesar de ello son ignorados. Se trata de miles de niños que trabajan en diversos sectores de la entidad, centrando los focos rojos a las minas de carbón, donde la situación de decenas de infantes hace recordar los periodos de esclavitud de hace muchos años. Datos oficiales de 2011 indican que hasta junio de ese año laboraban en ese estado 51 mil niños, principalmente en el sector agropecuario y en del comercio.

Para diciembre de 2011 la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) urgió a evitar el trabajo infantil en minas del país. Pero la situación parece no mejorar para los pequeños que día con día deben permanecer al interior de los pocitos en cuestiones inseguras, desgastantes y rodeados de indiferencia. El tema se volvería foco de atención y de promesas. En marzo del año pasado,  la Organización Familia Pasta de Conchos entregó a la Subsecretaría para Asuntos Multilaterales y Derechos Humanos de la cancillería mexicana, un documento sobre la explotación infantil en minas de carbón de Coahuila. De nueva cuenta el problema no se frenó.

En el marco del Día Mundial contra el Trabajo Infantil, que se celebra el 12 de junio, el Gobernador Rubén Moreira dijo que era “una vergüenza” que niños sean explotados en la minería. “Es algo que pasaba en el siglo XVIII, en Inglaterra, y hoy está pasando en Coahuila; entonces yo le he pedido a don Raúl Plascencia Villanueva (presidente de la CNDH), que es un gran mexicano, que hagamos una evaluación al respecto”, dijo. Moreira fue más allá de la pena por los infantes y se comprometió a que al terminar su sexenio los niños no sean objeto de maltrato, no abandonen la escuela, no sean explotados y no existan delincuencia en la entidad.

El funcionario aún tiene tiempo para cumplir su promesa, su administración culmina hasta el 2017. Siete días más tarde, la titular de la Secretaría de Trabajo de Coahuila (Setra), Felícitas Margarita Molina Duque, informó que se habían detectado poco más de 50 menores de edad trabajando en pozos y minas de carbón. Según sus datos, los jóvenes explorados rondaban los 16 años, aunque se habla de niños más pequeños.

Actualmente la situación no muestra ninguna mejoría y pese a que Molina Duque aseguró que se realizarían inspecciones en la zona carbonífera, éstos no sirven de mucho pues los propietarios y encargados son alertados de los operativos antes de que se realicen, ocultando a los menores.

EXPLOTACIÓN SEXUAL, SIN CIFRAS CLARAS

De acuerdo con el sitio web del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), “no existen cifras sobre cuántos niños y niñas son víctimas de explotación sexual dentro de las fronteras mexicanas”. Según diversos reportes de prensa de 2010, para ese entonces existían en nuestro país aproximadamente 16 mil casos de explotación sexual comercial infantil, pero la cifra podría ser mucho mayor al tener en cuenta que la mayoría de estos casos no son denunciados.

También ese año, René Jiménez Ornelas, coordinador de la Unidad de Análisis sobre Violencia Social del IIS de la UNAM, estimó que en el país entre 20 mil y 25 mil niños y adolescentes eran víctimas de explotación sexual. El experto detalló que las prácticas de explotación de este tipo son muy violentas en México y en algunos de los casos los niños son obligados a tener más de 40 relaciones diaras.

El 27 de marzo de 2012 Cecilia Landerreche, entonces presidenta del DIF, reveló que en 256 ciudades se tienen registros de explotación sexual infantil y trata de personas, siendo las zonas fronterizas y los puertos donde hay más incidencia de estos delitos. En cuanto a las cifras, la ex funcionaria destacó que los menores no son cifras, pero indicó que tan sólo en 2011 se atendieron 324 niñas y 322 niños de explotación sexual en todo el sistema DIF. Además de 12 mil 452 niñas y 13 mil 653 niños, en riesgo de explotación.