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Santiago Meza López, El Pozolero, El Chago o El Chaguito, encargado de desaparecer los cuerpos de los ejecutados por la facción del cártel de Tijuana.

Se estima que el número de personas desaparecidas por "El Pozolero" podría rebasar las 300, de acuerdo con investigaciones ministeriales.

Cuando fue detenido Meza López comentó que hacia nueve años que había iniciado a trabajar como Pozolero para Ismael Higuera Guerrero "El Mayen", después para Marco Antonio García Simental, igualmente para El Cris o El 8-9 y su último trabajo fue con Teodoro Eduardo García Simental "El Teo".

Comentó en declaraciones ministeriales que aprendió a hacer "pozole con una pierna de res, la cual puso en una cubeta le echó un líquido y se deshizo" precisó Meza López que los cuerpos que recibía para desaparecer se los entregaban muertos, los metía completos a los tambos y les vaciaba 40 a 50 kilos de sosa en polvo que compraba en ferreterías y los restos los vaciaba en una fosa.

Para la entrega de los cuerpos, El Teo le ordenaba ubicarse en un determinado lugar y le avisaba por radio o teléfono sobre las características de los vehículos que le llevaban los cadáveres.

Ya detenido declaró que para llevar a cabo la tarea de "pozolear" se requieren utensilios para poder como tambos, además de químicos y equipo de protección como guantes de látex y máscara contra gas. Toda vez que en el proceso se generan gases toxicos y el acido quema la piel y ropa, su procedimiento para desaparecer los cuerpos, consistía en llenar a la mitad un tambo de 200 litros con agua, al cual se le ponían dos costales de sosa caustica, se colocaba al fuego y al empezar a hervir se introducían los restos humanos, dejándolos por ocho horas aproximadamente. Después de obtener el caldo únicamente quedaba líquido espeso, los dientes y las uñas de los cuerpos. Después dejaba enfriar el caldo para luego vaciar el contenido en otro tambo de plástico, que se llevaba a un lote baldío de preferencia con basura en el que tiraba el contenido, prendiéndole fuego con gasolina a lo que quedaba.

El rancho ubicado en el ejido Ojo de Agua, donde fue detenido consta de una construcción pequeña de tabique, con muros de dos metros de alto. Adentro se localizaron agujeros cavados en la tierra, tambos industriales con residuos líquidos y una mesa de madera con varios instrumentos de trabajo: guantes de carnaza, cuchillos, recipientes, cucharas de albañil. Unas 200 latas de cerveza, aplastadas.

En la parte alta del rancho hay una habitación sin puertas. Meza López dormía en el suelo, envuelto sólo con una cobija. Los 600 dólares que cada semana le entregaba el narcotraficante Teodoro García Simental no le permitieron nunca el lujo de colocar un catre en su lugar de trabajo.

El 22 de enero de 2009, elementos del ejército adscritos a la II Zona Militar recibieron una denuncia ciudadana que les puso en aviso: en una casa de la colonia Baja Season’s, hombres armados llevaban días enteros de fiesta, con música norteña, vehículos sin placas y sexoservidoras que entraban y salían. Un convoy militar cayó sobre el lugar. Cinco minutos antes, corriendo por la playa, habían escapado Teodoro García Simental y 30 de sus allegados. “Cuando el ejército solicitó el apoyo del Ministerio Público, alguien de la PGR les dio el pitazo”, contó la directora del semanario Zeta, Adela Navarro.

Meza López estaba tan intoxicado que no se dio cuenta de lo que ocurría. Cuando los militares lo tendieron con las manos en la nuca sobre la arena de la playa, les dijo: No saben con quién se meten. Yo soy El Pozolero de El Teo. Al percatarse los elementos castrenses de quien era el personaje que tenían enfrente, platicaron con él y pronto ya les había entregado nombres, domicilios de colaboradores y de su patrón. El ejército lo exhibió ante la prensa como un trofeo.

Meza López era conocido en el cártel como El Chago. Antes de trabajar para ellos se había dedicado durante muchos años a la elaboración de ladrillos. “Entré al crimen organizado por el lado de la construcción”, dijo después. A principios de los noventa me contrato Ramón Arellano. A la muerte de él en 2002, quede bajo las órdenes de Marco Antonio García Simental, El Cris, quien me encargó la desaparición de los primeros cuerpos. “Aprendí a hacer ‘pozole’ con una pierna de res, la cual puse en una cubeta, le eché un líquido y se deshizo. Comencé a hacer experimentos y me convertí (en pozolero), agarrándole la movida, y ese fue mi error. Le puse más interés y por eso me quedé”, declaró, la noche de su detención, y agentes de la SIEDO y del ejercito.

Desde 2005 la PGR sabia que existía un sujeto dedicado a desaparecer cuerpos con ese modus operandi, Regimiro Silva Pereida, un secuestrador detenido en Mexicali, había asentado en la averiguación previa 3694/05/208: Recibí instrucciones de El Cris para que yo y otro, de apodo El Flama, priváramos de la vida a tres personas por las que ya se había pedido rescate. Entre El Flama y yo les colocamos cinta adhesiva color canela en la cara para que dejaran de respirar y murieran por asfixia, hasta que dejaron de moverse. Después, otra persona a la que conozco como Chago se llevó los cuerpos a un lugar que desconozco, pero me enteré que los hicieron “pozole”, utilizando unos tambos de agua, de los cuales se pegan uno encima de otro con soldadura, se agregan casi doscientos litros de agua y se vierten dos sacos de sosa cáustica para desaparecerlos, luego se arroja el cuerpo humano, sin ropa de vestir, y después de permanecer aproximadamente catorce o quince horas que tarda el cuerpo en desintegrarse, pero no completo, sino que quedan restos óseos, es arrojado el “pozole” al drenaje o en cerros.

Un segundo secuestrador, Iván Aarón Loaiza Espinoza, había declarado en la misma averiguación: Al llegar a Tijuana conocí a una persona de nombre Luis, alias El Sombrero. Me invitó a trabajar para que le cuidara unas galleras pero con el tiempo me gané su confianza y me invitó para que yo le cuidara casas de seguridad en las cuales tenían personas secuestradas. Me llevó a un rancho conocido como ¨Los Licuados¨, ya que en ese rancho “pozolean” a las personas, desintegran los cuerpos de las personas secuestradas. Mi primera función fue la de ayudar a soldar los tambos, ya que se requieren de dos para que quepan los cuerpos completos.

En el rancho de El Pozolero. Los vecinos del ejido Ojo de Agua cuentan que por las noches llegaban hasta este sitio camionetas cerradas y pipas de agua. “Aquí hacemos gelatinas”, les decía Meza López, empuñando su lata de cerveza. El olor de los cuerpos sumergidos en ácido solía confundirse con el de un criadero de chivos ubicado a unos metros.

Definición de Asesino serial. Se conoce como asesino serial a aquel individuo que ha asesinado a tres o más personas en un lapso de tiempo mayor a un mes, dejando, entre un asesinato y el otro un tiempo muerto y cuya principal motivación a la hora de matar se encuentra en la satisfacción psicológica que le proporciona el acto de matar.
Una variedad de impulsos psicológicos pueden llevar a matar al asesino serial o asesino en serie, como también se lo conoce, especialmente se destacan las obsesiones sexuales y las desmedidas intenciones de poder. La metodología, es decir, el modus operandi que sigue un asesino de este tipo suele ser siempre la misma, porque los crímenes más o menos se realizan en las mismas condiciones y los blancos escogidos comparten características, entre ellas, profesión, sexo, edad, raza.
Es un hecho recurrente que la mayoría de los asesinos seriales presentan antecedentes enfermizos, es decir, ellos mismos fueron víctimas de abusos durante su infancia. La cuestión de la fantasía asesina es una característica propia de estos criminales porque generalmente fantasean desde niños y en la adolescencia, con asesinatos, les gusta leer sobre crímenes y luego terminan aplicando todas estas cuestiones a sus crímenes reales.