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No hace falta buscar la imagen de un oso polar flotando en el hielo que se derrite en el Ártico o una proyección a 100 años de cómo cambiarán los literales mexicanos para ver las consecuencias del calentamiento global, cuanto está relacionado con la emisión de gases de efecto invernadero.

Para presenciar en México, y en el presente, los efectos del cambio climático sólo falta tomar camino a Tabasco y parar donde termina la tierra, en un pueblo pesquero llamado Sánchez Magallanes. Cada vez se llagará más rápido si se viaja por carretera. Desde hace 15 años, de manera inexorable, el mar avanza tierra adentro.

Un litoral de al menos 10 kilómetros ha sido absorbido por entre 30 y 60 metros de agua. El ascenso del mar ha iniciado. Si un director de cine quisiera hacer una película post apocalíptica en el trópico, debe venir a las playas de Tabasco: una escuela hundida y ladeada, una discoteca que soñó con estar en Acapulco [ Guerrero] con su pista de baile a la mitad, la playa cortada de tajo.

A Javier Ramírez el mar ya le arrebató 30 metros de su casa, que se ha ido achicando ante la crecida del agua. Cada año, recorren un poco más hacia dentro la sala, las recámaras, la cocina. Pero es como entrar con pantalones al río: al principio se pueden arremangar hasta los tobillos y luego, tal vez, por encima de las pantorrillas, pero llega un momento en que no se puede subir más la ropa y uno termina empapado. Las autoridades colocaron costaleras de cemento para contener el avance del agua, pero los pedazos de concreto apenas se distinguen ya.

Quedaron enterrados en la arena, debajo del mar. Lo mismo ocurrirá con un siguiente intento de contener el avance del Atlántico con la instalación de un tubo relleno de arena, un gusano que se hunde poco a poco. Interviene la mujer de Javier Ramírez: “Aquí estuvo bonito. Venía la gente desde fuera. Hasta pusieron restaurantes, palapitas y una discoteca. Todo se lo llevó el mar”. –¿Y luego? –pregunto a la pareja. –Ahorita ya la gente no llega. No hay playa.

Todo está roto, en pedazos. El mar no trae turistas, trae basura nomás. ¿Quién le va a ganar a la naturaleza? Nadie –resuelve la mujer parada sobre un talud de las conchas de ostiones que ella misma sirviera en el restaurante que estuviera donde ahora llega la ola. Una vecina suya se asoma de una puerta abierta en el costado de una pared que se corta, hacia el mar, abruptamente, ahí donde la playa desapareció hace tres o cuatro años. “Ya tiene muchos años de todo el deterioro, esto se está acabando.

Al paso de los años se está acabando”, se queja Elizabeth. “Teníamos otra casa en Baja La Villa. Era de madera, más a la orilla. Igual se la llevó el mar. Por eso vivimos aquí”. –¿Cuándo se la llevó el agua? –Va pa’ los siete, ocho años. –¿Qué pasó esa vez? –Estaba igual el mar que ahorita.

Empiezan los nortes y las marejadas a deslavar, a deslavar hasta que derrumba el barranco y derrumba todo y se lleva todo. –¿Y por qué construyeron ustedes en la orilla del mar? –Esto ha cambiado drásticamente. Únicamente construyes un terreno, construyes una casa, pero viene un tornado, lo que sea y te empieza a derrumbar.

¿Quién va a saber que va a cambiar el tiempo y todo? –¿Antes no eran así de fuertes los nortes? –Ahorita vienen los nortes y por aquí te pasa la marejada. Vea: se llevó 40 metros –y sí, se distinguen los restos de la casa en la arena húmeda. –Una vez pasó la marejada hasta el barrio, unos setenta, noventa metros hacia dentro. Al vecino se le fue toda la casa.

Nomás veía como se le iban sus cosas. Para nosotros es normal que las casas se vayan al al mar, no nos sorprendemos pues. –¿Hasta dónde llegaban las marejadas hace quince años? ¿Tú te acuerdas? –Lejos, quizá digamos de esta casa como a unos veinte metros, cuarenta metros, mucho más adelante. Había dos casas más adelante de esta y del mismo largo. Ya se fueron junto con los restaurantes de la orilla. Aquí lo quisieron hacer turístico. Era bien bonito: planito, el agua limpia.


Cuando dos hormigas se enfrascaban en batalla, seguro habría tormenta. Si un pájaro brincaba de una rama verde a una seca, entonces, sin duda, vendría la sequía. Y si un caracol dejaba la tierra y se arrastraba por una pared el torrente tras la lluvia dejaría inundación. Pero eso ya no sirve a los pescadores para prever la evolución del clima durante el día. Lo que viene por el cambio climático en el Golfo de México es algo que los científicos tratan de entender desde hace algunos años.

Una de las conclusiones es que buena parte de Tabasco será tragado por el mar. De no revertirse la tendencia del calentamiento global, donde hoy hay ranchos ganaderos, instalaciones petroleras, pueblos pesqueros, platanares, zonas arqueológicas, poblados y rancherías será el fondo del mar.

En Tamaulipas, Veracruz y, sobre todo, Tabasco, existen grandes extensiones a nivel del mar e incluso por debajo. En el momento en que suba 80 o 90 centímetros el nivel del mar en los siguientes 60 o 70 años, el agua penetrará 30 o más kilómetros en algunas partes [15 mil kilómetros cuadrados de zonas costeras anegadas por aguas saladas].

Esto cambia la definición del mapa de México, según las distintas estimaciones del Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático. Definitivamente, para entonces, el turismo que se quisiera hacer el Sánchez Magallanes sólo sería orientado al buceo. Los especialistas miran, como nubarrones en el cielo, la eventualidad de dos hechos: el cambio de temperatura en la corriente del Golfo y el aumento en el nivel de los mares relacionado con el deshielo de los glaciares.

La estimación es que el nivel medio del mar aumentaría 60 centímetros hacia 2100, mientras que la intensidad de los futuros huracanes se incrementaría 70 por ciento. La temperatura ambiental subiría cuatro grados centígrados en todo el planeta.

¿Cuatro grados centígrados es mucho o poco? Si se considera que el promedio de temperatura durante la última era glacial era diez grados por debajo del promedio actual, se puede pensar que el planeta va un curso hacia un horno.

La combinación arrojaría elevaciones momentáneas del mar cercanas a los cuatro metros para finales del siglo por efecto de las mareas de tormenta. Así, durante el resto del siglo, el mar continuaría su avance sobre tierra. En México, los estados más afectados serían Tamaulipas, Veracruz, Tabasco, Yucatán y Quintana Roo. En varias porciones de ese extenso litoral, el agua de mar podría entrar 40 kilómetros tierra adentro.