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Sergio Sarmiento:- Una de las peores consecuencias del mundo de privilegios en que viven los políticos mexicanos es la facilidad con la que toman medidas que dañan a los grupos más marginados de la sociedad. Uno de los ejemplos más recientes es la iniciativa de la Senadora panista Marcela Torres Peimbert que busca imponer un impuesto especial de 20 por ciento a los refrescos, el cual se sumaría al 16 por ciento de IVA que actualmente pagan. Al piramidar los dos impuestos, el gravamen total alcanza el 39 por ciento.

La Senadora panista, quien tiene asegurado un empleo bien pagado y sin demasiadas exigencias para los próximos seis años, dice que no quiere dañar a la industria refresquera o provocar la pérdida de empleos, sino combatir el sobrepeso y la obesidad en los niños. Pero ella misma señala que el impuesto busca disminuir el consumo en 26 por ciento.

La industria de los refrescos genera 135 mil empleos directos y un millón de indirectos. Sólo alguien que no entienda cómo funciona la economía puede pensar que una disminución de 26 por ciento en el consumo podría lograrse sin destruir decenas de miles de empleos.

La medida que promueve Torres Peimbert, apoyada por un grupo de legisladores del PRD, es injusta porque se concentra solamente en uno de los múltiples factores que provocan sobrepeso u obesidad. No servirá para realmente reducir estas condiciones, pero sí para castigar a una industria establecida y que paga impuestos. No se preocupa por las verdaderas raíces del problema o por las actividades de la creciente economía informal. La iniciativa gravaría los refrescos, pero no las gorditas, las garnachas, los taquitos y demás alimentos que producen obesidad, pero que se manejan en buena medida en puestos ambulantes.

La experiencia con los impuestos excesivos al "pecado" es bastante mala. El gravamen especial a las bebidas alcohólicas ha generado una enorme industria ilegal que genera riesgos a la salud en lugar de disminuirlos. Una de las razones por las que la industria del vino mexicano no ha logrado repuntar, a pesar del incremento evidente de su calidad, es la fuerte carga fiscal que le han puesto los legisladores. Debido a los impuestos, una botella de vino mexicano cuesta más en la Ciudad de México que en Estados Unidos.

Otras disposiciones moralistas, como la prohibición de vender cigarrillos individuales, simplemente han afectado a las tiendas formales. En cualquier puesto ambulante usted podrá encontrar cigarrillos individuales... que se venden incluso a menores de edad.

Los políticos miopes no quieren darse cuenta que una de las razones por las que el consumo de refrescos en México es tan alto es porque estas bebidas han sido una opción ante la provisión insalubre de agua en buena parte del País. Nadie ha calculado el incremento en las enfermedades gastrointestinales que podría generarse si efectivamente se eleva el precio de los refrescos para que los más pobres ya no los puedan comprar.

Si los legisladores realmente quisieran combatir el sobrepeso entre los niños buscarían atacar las causas del problema y no las consecuencias. El principal instrumento para ello es la educación. Los niños deben conocer las virtudes y defectos de los productos que consumen. Deben estar conscientes también de los beneficios de la actividad física. Es indispensable contar con parques e instalaciones donde puedan practicar deportes.

Pero cobrar un impuesto excesivo a un producto que no es más que una parte pequeña del problema es no querer solucionar el problema de verdad.

Encontrar dinero
Los Diputados "encontraron" 25 mil millones de pesos "adicionales" para el presupuesto de 2013. ¿Cómo? Aumentaron el cálculo del precio del petróleo y supusieron que el SAT podrá mejorar su cobranza más de lo que el mismo SAT prevé. Este "nuevo dinero" les permitirá a los Diputados aumentar el gasto para sus programas favoritos.